lunes, 17 de diciembre de 2012

Llorar a lagrima viva

Llorar a lágrima viva...  Siempre me jacte de lo sensible y llorona que suelo ser, de mi facilidad para derrochar lágrimas con un mínimo de esfuerzo. Ahora busco llorar por mi dolor, por mi orgullo, POR MI, para sacarte, para limpiarme, pero no puedo, estoy seca, paralizada y sin inspiración.

No puedo llorarte, pero lo deseo... por eso en este post lo invoco a él, a mi OLIVERIO GIRONDO para que al leerlo, mis ojos bailen la danza de la lluvia...



Llorar a lágrima viva. 
Llorar a chorros. 
Llorar la digestión. 
Llorar el sueño. 
Llorar ante las puertas y los puertos. 
Llorar de amabilidad y de amarillo. 
Abrir las canillas, 
las compuertas del llanto. 
Empaparnos el alma, la camiseta. 
Inundar las veredas y los paseos, 
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto. 
Asistir a los cursos de antropología, llorando. 
Festejar los cumpleaños familiares, llorando. 
Atravesar el África, llorando. 
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... 
si es verdad que los cacuíes y los cocodrilos 
no dejan nunca de llorar. 
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. 
Llorarlo con la nariz, con las rodillas. 
Llorarlo por el ombligo, por la boca. 
Llorar de amor, de hastío, de alegría. 
Llorar de frac, de flato, de flacura. 
Llorar improvisando, de memoria. 
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!





sábado, 1 de diciembre de 2012

Soltar


Soltando el juramento implícito de aceptar lo “suministrado”, necesito decir con violenta franqueza lo que debía callar:

Lástima da tu mezquindad, tu misterio inventado, el resentimiento que tenes dibujado en la piel, y en el aliento.
Lástima da tu egocentrismo, tu lengua enmudecida, y esa cabeza que vive reprimiendo caricias, verdades, y sentimientos de tu “corazón sensible”.
Lástima da que te creas inventor perspicaz de reglas de seducción cuando no sabes  jugar ni a/con las damas, y solo lastimas por ser esclavo aun de tus inseguridades.

Por eso necesito que te largues, desclavarte, soltarte, desatarme, desprenderme, escribir el punto final que corte la adicción inútil de girar a tu alrededor.
Necesito borrar el tatuaje invisible de tu nombre en la palma de mi mano, y en el parpado interior de mis ojos, que devolvía tu imagen en cada pestañeo.
Es hora de dar libertad a esta presa, desasir lo que estaba sujeto, soltar la espada, la cuerda. Descoser la costura de alguna prenda que nos sacamos, y soltar los puntos de una herida ya cicatrizada.
Necesito dar salida a lo que estaba detenido y confinado. Soltar el agua. Soltar la sangre, dejarla fluir.

Sin explicaciones, sin descifrar argumentos, decido relevarte de cumplir lo que me debes y te voy perdonando… soltando también la dificultad de saberte envuelto en otros brazos.
Te suelto… tarde lo sé, pero te suelto y rompo finalmente, en una señal de afecto interior, en esta risa y llanto tan liberador.