Cada vez que te veo cerca,
cada vez que se respira en el ambiente el mismo tango,
desde el rincón, el escenario
o tu abrazo, contengo la idea
inaceptable,
impulso que relego al
inconsciente.
Inmanejable y furiosa
necesidad de la piel que se vuelve agua, tan inalcanzable e inapropiable,
corriendo hacia el contacto, la cercanía y la calma que aprendí en tu regazo, oasis
en una ciudad agitada, silencio en medio de tanto rumor de bandoneón.
Visto mis dedos ya sin
esperanza a que los desnudes. Reprimo todo: el arrastre de mis manos a tu nuca,
el jugar con tus pestañas, la caricia en la depresión de tu mentón, y el contornear silenciosamente el perfil de tus
labios. Reprimo el perderme en esa forma de mirarme que tenias, tan obligada,
investigativa y profunda.
Mutuo es el deseo del
retiro a tiempo, antes que se obnubile la razón, sentenciándola a la perpetua
condena de la confusión, e incertidumbre, para evitar temores existenciales que
nos quemen los ojos, y nos apague el brillo del encanto que sabemos poseer.
Pero con un susurro, en uno
y otro oído, como viento suave de mis labios insto a que veas a través de mi
transparencia y sepas que no miento al repetirte que cuentas con mis manos para
calmar cualquier dolor.
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